“Consideramos que el capital social abarca los
conceptos de confianza, normas de reciprocidad, redes de participación civil,
reglas y leyes. Todos afectan las
expectativas que tienen los individuos acerca de los patrones de
interacción que los grupos de individuos introducen en una actividad recurrente”[1].
Acerca
de esta definición de capital social, que es rescatada de uno de los textos leídos
en esta unidad, y para ejercicio de esta breve reflexión (difícil de concretar
en un espacio tan pequeño), quisiera partir de las características mencionadas,
tales como la confianza y normas de reciprocidad para que exista el capital
social. Son retomadas debido a que, a partir de ellas, surge un
cuestionamiento: ¿Es posible que cualquier comunidad cree estos lazos?
Es
en ese punto donde la creación de lazos de confianza y reciprocidad en
comunidades específicas comienza a ser cuestionada, pues, en realidad, aunque
en teoría puede ser un escenario deseable, además de que parecería una buena
solución para muchos problemas, en la práctica puede ser un poco más difuso.
Sin embargo, no generalizo por los casos donde se ha logrado impulsar capital
social con buenos resultados. Lo que sí puede ser un hecho es que en esos
lugares donde ha sido exitoso, han influido factores externos, por ejemplo,
fuerzas de poder con intereses de por medio, además de que la población posiblemente
cuente con algunas características especificas, que son las que permiten su
fomento.
A
esta conclusión se llegó luego de revisar el caso efectivo en Chiquimula y
Zacapa, en Guatemala, ejemplo visto en clase. Una vez que conoces la historia
de estas regiones especificas de un país como el guatemalteco, te das cuenta de
que se trata de, en el caso de Chiquimula, la región con mejor índice de
desarrollo humano en el país; mientras que Zacapa está poblado principalmente
por descendientes de europeos que alguna vez llegaron ahí, lo que les ha
permitido mantener, desde entonces, una estabilidad económica favorable. Aunado
a esto, en Zacapa nació un Ron considerado como uno de los mejores en el mundo,
con lo cual, se podría concluir que no se trata de una región cualquiera y que
se le apostó a su mejoramiento porque eso sería conveniente no sólo para la
población que la habita.
Con
esto no demerito la gran labor de los que buscan fomentar capital social, por
el contrario, creo conveniente tomar en cuenta que se trata de algo muy
complejo cuando buscas crear lazos de confianza y de reciprocidad en seres
humanos cada vez más individuales. Pues incluso podemos encontrar casos donde
se ha intentado implementar, pero no se ha logrado, aunque se trate de
comunidades más desfavorecidas.
Quizá,
en este sentido, lo que promueve o hace efectiva esta tarea es la presencia de
un liderazgo fuerte, capaz de convocar y convencer a la gente, basándose en un
plan de trabajo bien elaborado; además, el hecho de que las metas a favor de la
población que participa sean visibles y posibles, y los resultados vayan siendo
tangibles, es un motor que permite continuar el camino y llegar a los objetivos
planteados cuando se comienza un proyecto que promueva el capital social en una
demarcación. Por lo tanto, el fomento de esto es más complejo de lo que puede
parecer, pues requieren análisis minuciosos, que tomen en cuenta las
particularidades culturales, sociales, demográficas, económicas, etc., que
conforman a una comunidad, con el objetivo de crear algo concreto, que tenga
buenos resultados.
[1]
Ostrom, E. y T. K. Ahn. 2003. “Una perspectiva del Capital Social desde las
Ciencias Sociales: Capital Social y
acción colectiva”. P. 7
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