Para
los contractualistas, la sociedad civil se diferencia por su institucionalidad
del poder, donde el ser humano pasa del estado de naturaleza a la “constricción
públicamente legal”. De acuerdo con Kant, es el sentido de construir no solo
una sociedad civilizada y, por lo tanto, alejada del salvajismo que convierte,
como diría Hobbes, al hombre en el lobo de sí mismo, sino que también como la
construcción de una sociedad política.
Por
otro lado, Hegel define a la sociedad civil como la antesala del surgimiento y
materialización del espíritu absoluto del Estado, pero, frente a esto, la
diferencia esencial entre la sociedad civil y el Estado está en su grado de
organicidad que posee fuertemente el estado, al menos en apariencia, pero no
las sociedades civiles, al menos hasta ese momento.
Karl Marx propone entender la sociedad
civil como aquellas relaciones sociales que funden sus raíces en relaciones
económicas y las condiciones materiales de existencia, desarrolladas
históricamente en contextos y momentos determinados. A esto, Gramsci atribuye
dos significados, el primero se refiere a un conglomerado de organizaciones
privadas, mientras que el segundo se entiende como la sociedad política que
mediante la hegemonía del grupo dominante conforma un bloque histórico que se
compone, a su vez, de la cultura, política, economía, ideología, etc. Y donde
la sociedad queda subordinada a los designios de esta clase dominante.
En concreto, podemos entonces decir
que la sociedad civil son relaciones e interrelaciones dadas en planos de
actores desarrollados fuera de una lógica institucional del estado. Estos se
expresan y, de esta manera, hacen visibles conflictos centrados en terrenos
como el económico, ideológico o político, donde el Estado surge como mediador a
través de diferentes mecanismos.
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